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¡Basta YA de acoso sexual callejero!

Tomado de Noticias Ser por Julissa Mantilla

Publicado: 2013-08-07

Hace poco una mujer fue acosada por unos vigilantes de una conocida pollería en Miraflores mientras transitaba tranquilamente por la calle. Al momento de reclamar, la mujer no solo no encontró una respuesta adecuada sino que fue nuevamente maltratada por el administrador del local, quien se negó inicialmente a dar su nombre y que pretendió evadir su responsabilidad argumentando que los hechos habían ocurrido en la calle, es decir, fuera del local. Afortunadamente, las redes sociales replicaron el reclamo y la Municipalidad de Miraflores reaccionó prontamente, comunicándose con el negocio para respaldar a la mujer afectada.

Ahora bien, al revisarlos comentarios que la gente hizo en el blog de la joven -si bien hay muchos que la apoyan-, hubo varios que la censuraban y agredían por haber reclamado. Así, por ejemplo, alguien le decía que si los acosadores hubieran sido “blanquitos miraflorinos, seguro abrías las piernas de par en par y no lo posteabas en el blog”. Otro, escrito por una mujer, señalaba que “lamentablemente los limeños son ‘piropeadores’ y eso es una tradición que tú ni nadie lo podrá evitar porque es una galantería, que a ti no te guste es otra cosa”.

Quiero detenerme en estos dos comentarios porque creo que reflejan la idea recurrente que se tiene sobre las agresiones de tipo sexual que sufrimos las mujeres a diario.

Por un lado, el convencimiento de que -en el fondo- las mujeres siempre quieren tener relaciones sexuales y, por tanto, deben estar dispuestas para ello. Así, pues, lo que habría “fallado” en este caso fue la apariencia de los agresores ya que no eran blancos pero si lo hubieran sido, la mujer habría accedido. En este punto, es interesante comprobar cómo machismo y racismo se cruzan permanentemente, ya que ambos corresponden a conductas que desconocen la igualdad y los derechos de las personas.

Ideas como esta se identifican, además, en conductas de violencia máxima como los hechos sobre los que informaron los medios hace poco: en Nuevo Chimbote, un sujeto quiso obligar a su esposa a tener relaciones sexuales con uno de sus amigos. Al negarse, el agresor la golpeó y le arrancó el labio de un mordisco. Nuevamente, la misma idea: la mujer siempre tiene que estar dispuesta a tener relaciones sexuales, en cualquier momento y con cualquiera y si osa negarse, debe ser castigada.

Por otro lado, el uso del argumento cultural y de tradición como justificación de los actos de acoso callejero contra las mujeres es también muy peligroso. Porque si estos hechos no son agresiones sino parte de nuestra “cultura”, ¿qué podemos hacer?

Lo cierto es que no puede invocarse ninguna costumbre o tradición para justificar un hecho de violencia. Decir que el acoso sexual callejero es “una tradición”, es una manera burda de consolidar la discriminación y contribuir a la impunidad. Y esto lleva también a una presunción perversa: las mujeres nos vestimos, caminamos, sonreímos, existimos, siempre en función del deseo masculino. Denominar como “galantería” un hecho de agresión es quitarle el elemento de violencia y legitimarlo como una conducta que debe ser aceptada y hasta agradecida por las mujeres. La frase “que a ti no te guste es otra cosa”, es una forma de trasladar la culpa a la mujer acosada, quien rompe el esquema de “lo normal”; es decir, del “hombre galante” frente a la “mujer galanteada” que debe sonreír y sentirse contenta por la frase recibida.

Llamar las cosas por su nombre es, quizás, el primer paso para erradicar la violencia contra las mujeres, una de cuyas manifestaciones es el acoso sexual callejero. Reclamar como lo hizo la joven del caso narrado y apoyar esos reclamos son las etapas siguientes en un proceso necesario que permita entender que la agresión hacia las mujeres es un hecho que afecta a la sociedad en pleno, que no debe ser tolerado y que no hay tradición alguna que justifique la violencia.


Escrito por

Ingrid Soria

intensamente loca o locamente intensa


Publicado en

Mi mula blog

El blog de noticias de Ingrid Soria Torres